febrero 17, 2009

La Investigación en Comunicación en América Latina

Por Florencia Cremona

La primera imagen que viene a mi mente cuando pienso en investigar es un hombre de unos 50 años, con un guardapolvo blanco y el pelo de igual color, aunque revuelto y con un tubo de ensayo en la mano con vaporoso humo verde.

Según la ocasión, el investigador puede variar a versión calva, aunque siempre divagante y abstraído de los problemas del mundo. Dotado mágicamente de un conocimiento per se, que le permite averiguar las indescifrables verdades ocultas al común de los mortales.

Mi primera aproximación con la investigación fue cuando leí Dialéctica de la Soledad de Octavio Paz y entonces comprendí la posibilidad de argumentar subjetivamente, aunque dando pistas seguibles para entender el argumento. Así y frente a la oferta metódica de las múltiples razones por las cuales uno puede sentir o pensar algo sobre alguna cosa, me sentí libre y con la posibilidad de pensar por mí misma y construir hipótesis sobre el mundo.

En ese momento pensé por primera vez en la importancia de investigar, de buscarles a las cosas más de un sentido para no obturarme en posibilidades reducidas, para conectar con otros saberes que no son solo los de la razón.

La praxis, la transformación social, la incidencia, la sensibilidad y la intuición son algunas de esas otras acciones y cualidades válidas y enriquecedoras a la hora de producir conocimiento.

Pistas

Mientras crecía aprendí que la realidad objetiva era bastante resistente a los registros y que éstos dependían de quién miraba. Según mi progresista educación preuniversitaria, el científico de la caricatura no existía. Sin embargo, la investigación seguía reservada a las ciencias exactas y no tenía nada de parecido a un oficio, más bien aparentaba un don.
Poco espacio había para las ciencias blandas, como las llamaban entonces. Los “hechos sociales”, que podríamos describirlos como los acontecimientos relevantes, sacralizados por la agenda publica, aparecían ante mí como un algo que existía ahí afuera y crecía verde y gratis.

El único aporte posible de las ciencias sociales consistía en medirlos, clasificarlos y ordenarlos en estadísticas sobre números de infectados de VIH por país o porcentajes de jóvenes que consumen alcohol.

De aquella época no recuerdo ningún pensamiento articulador entre el investigador y el camino sensual, entre el objeto percibido y el objeto construido. Parecía como si el objeto de investigación estuviese disponible y listo para ser atrapado y estudiado. Allí estaba el problema del migrante, la drogodependencia juvenil, la mujer golpeada, el gatillo fácil y una serie de peligrosas y naturalizables composiciones temáticas, divorciadas de los factores políticos, económicos e ideológicos-hegemónicos que los proponían como temas preocupantes, posibles de mencionar y discutir.

No obstante, no podía ver que el elemento articulador entre el objeto percibido y el objeto construido, juzgaba que eran los factores políticos, económicos y el poder pero también la propia subjetividad y la cultura quién producía dicho enlace.

Despertarme

¿Y cómo era posible que se hablen de unas cosas y no de otras?
¿Y qué significa ser linda o ser fea?
¿Y qué significaba ser un país subdesarrollado? ¿Y desarrollado?

Y todo a la vez y al mismo tiempo como sucede cuando uno tiene olor adolescente.

Entonces pensé que mi destino era la antropología, ya habría tiempo de elegir la especialización. Podría descifrar los rastros del carbono catorce para ver quienes eran los enterrados clandestinos del cementerio local o dedicarme al exotismo del Expreso de Oriente hacia la egiptología y lucir como la mismísima protagonista de una novela de Ágata Christy.

Finalmente opté por estudiar comunicación, aunque con la firme intención de ser investigadora.
¿Y sobre qué investigaría una comunicadora?

Lo que decimos y las posibilidades de decidir hablar de unas cosas y no de otras están dadas por la cultura, la historia y el contexto social. También eso que decimos lo constituyen nuestras experiencias particulares y un yo que no es más que un mero recipiente y repetidor de cultura y contexto. Es un yo que piensa y permite la innovación.
Porque la novedad y el cambio no están solos en la posibilidad de los métodos, sino en la intención y en la práctica de sujetos concretos. Los cambios se dan por nuestros deseos y habilidades de ponerlos en marcha.

Entonces presentí que lo importante no era lo que estaba afuera, sino lo que nos provocaba. Concierne lo que hacemos y pensamos, lo que actuamos a partir de la mirada de mundo que construimos.

¿Pero qué cosa era investigar, para qué investigar?
¿Qué quería saber? ¿Por qué quería saber?
¿Qué cosas en mi provocaban el saber?

En general, mi mayor conflicto con la investigación tiene que ver con que no podía romper el cliché mediático del investigador para encarnarme en un perfil propio y mi absoluta certeza de que las personas “ya saben” lo que necesitan saber y que esos elementos los extraen de sus vidas cotidianas.

Sin embargo, a medida de que iba conociendo personas distintas, ciudades distintas y otros mundos diferentes al mío, me daba cuenta de que las personas saben pero que necesitan validar su conocimiento. Requieren información que les permita desarmar estereotipos y aumentar sus posibilidades de negociar los sentidos. Aunque esta actividad podría ser un objetivo secundario, lo más importante es que podamos encontrar nuevos y múltiples sentidos a la experiencia.

Es bien sabido que la imposición de un único sentido construye la alineación y facilita muchas tragedias humanas. Por eso es que construir tantos sentidos como podamos imaginar es uno de los objetivos claves de la investigación. Investigar contribuye a reducir la ignorancia, los prejuicios y a brindarnos más enfoques sobre las cosas y por lo tanto mayor capacidad de acción y de libertad.

¿Pero qué diferencia hay entre el conocimiento adquirido por medio de la investigación, de las cosas que yo conozco por sentido común?

En principio la investigación es una teoría que surge de las preguntas que le hacemos a nuestro objeto construido y del camino para responderlas, de los resultados obtenidos haciendo esa pregunta y organizando las respuestas.

Diferente es aquello que conozco por mis capacidades sociales y humanas, por el simple hecho de vivir, de estar en el mundo. Pero debemos tener en cuenta que mucho del conocimiento de la vida cotidiana, los oficios que no constituyen ciencias establecidas con objetos, métodos y epistemes también hacen sistematizaciones solo que en otros niveles. Cada día estamos clasificando información, agrupándola organizándola de tal modo que nos sea útil.

Entonces para investigar se requiere un método, es decir, un camino, una forma ordenada de plantear un recorrido para hallar algunas repuestas y todas las repuestas que voy recogiendo en ese camino se convierten luego en teoría.

Pero entonces…si cualquiera puede investigar… yo puedo investigar.

En nuestra tradición occidental la acumulación progresiva del conocimiento en dirección de izquierda a derecha es bien valorada. En cada una de las actividades hay reglas, códigos de trabajo y aceptación.

Hay varias formas de conocer, de interpretar, de producir conocimientos válidos en una época y en un lugar determinado, estos son los que posteriormente dicen qué y cómo se van desarrollando las cosas. Por supuesto, que este conjunto de normas que interpretan la realidad y validan el conocimiento van cambiando y son flexibles según la época.
Es importante estar al tanto de que uno para ser aceptado en esta comunidad de conocimiento tiene que reconocer las normas. Obviamente tienen espacio para la novedad que es lo que permite el cambio y la aparición de otras nuevas.

¿Y el tema de investigación?

Los temas de investigación no circulan por ahí para ser atrapados por nosotros. A los temas de interés se debe ponerlos bajo observación y análisis. Lo temas de investigación son creados por nosotros aunque no completamente porque hay una agenda de posibilidades de investigación.
Entonces, en la negociación está lo que percibimos y lo que queremos conocer, construimos nuestro objeto de investigación con nuestras necesidades más profundas y sentidas, con nuestra historia misma.

El objeto de investigación es una construcción, es decir, nosotros construimos el problema y nos hacemos una pregunta que conduzca hacia la resolución de ese problema.
El camino, obviamente no es cualquier camino. Tiene que ser uno que nos lleve a la obtención de resultados, a los que otras personas puedan acceder siguiendo nuestros pasos y los cuales sean reconocidos como válidos. Pero hay que aclarar también que porque siguen nuestros pasos, no necesariamente llegaremos a los mismos resultados, sino que obtendremos múltiples miradas, distintas, complementarias y contradictorias a las nuestras al confrontar nuestro trabajo.

Eso ocurrirá porque investigar no es seguir un camino diseñado y prefijado por otros, sino que tengo que apelar a todos mis recursos para seguir mi camino de conocimiento.

Investigar en comunicación

La primera etapa de la investigación en la comunicación es la orientada hacia el marketing. Mas tarde en América Latina comienza a investigarse sobre comunicación como proceso social, su implicancia y relevancia en las incumbencias de las ciencias sociales.

Tal como señala Marques de Melo, es a mediados de los años 60 cuándo las primeras escuelas de periodismo se amplían para agregar las carreras conexas de publicidad, relaciones públicas, cine, radio y televisión. En ese momento comienza la investigación en comunicación, en el sentido mencionado en el párrafo anterior.

De todas maneras, el mayor estímulo a la investigación académica provino de CIESPAL, el Centro de Estudios Superiores de Comunicación, creado por la UNESCO en Quito, Ecuador. Allí actuaron como difusores de las ciencias de la comunicación personalidades paradigmáticas y notables para la “historia” de la comunicación.

Si bien las primeras experiencias fueron fusiones entre la teoría del norte y nuestro modo de hacer las cosas, ahora lo que se está pensando en algunos sectores de la academia es que ya no deberíamos adaptar ni fusionar, sino hacer investigación desde nuestros paradigmas.

Con esto no quiero decir de ningún modo que haya un esencialismo en el modo de hacer comunicación, ni mucho menos que haya que desconocer todo lo producido al respecto, lo que digo es que como los caminos no están trazados, tenemos que atrevernos a diseñar los nuestros.

Eric Torrico opina que la comunicación como tal no puede solucionar problemas estructurales como el del poder, por ejemplo. La comunicación es transversal a nuestra vida, es una práctica cotidiana, pueden mirarse las dimensiones comunicacionales de una situación determinada, puede disminuirse la incertidumbre, reconocerse pautas, buscar otras posibilidades para negociar sentidos. Pero eso no elimina otros problemas estructurales como el poder o la distribución de la riqueza.

Tampoco tenemos que confundir a la comunicación con los medios. Es posible que a estas alturas nuestros patrones cognitivos estén organizados por los medios, pero si entendemos a la comunicación como un lugar para el encuentro, es en el intercambio donde se producen y disputan/intercambian sentidos.

Desde este punto de vista a lo que puede contribuir la investigación en comunicación es a enunciar y ampliar el modo en que producimos sentidos para comprender si es que nos reconocemos o no en nuestras prácticas. Nos puede aportar herramientas para negociar los sentidos para el cambio.

En definitiva, tenemos que investigar para conocer más, para reducir la ignorancia, para poder mirar donde otros no miran y así contribuir al cambio hacia comunidades con mayor posibilidad de acción y vías libres para decidir.

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